Robustita, espero este escrito a mano alzada diga algo...
La visión del Elgar
Los cielos negros, nublados le impedían mirar un azul profundo. Abajo, las pequeñas gotas de lluvia caían de manera caotica sobre su rostro, como pequeños alfileres. Incapaces de hacerle daño, pero sin darle gozo alguno, le torturaba la sensación de fastidio. La lluvia en lo alto de los cielos negaba caer con todo su peso, se burlaba, se mofaba cruelmente, una gota, y otra...
Lejos de su casa, fuera del lugar donde naciera, hacía un instante, o una eternidad. Corrió desesperado, tratando de arrancarse la piel con tal de no sentir las gotas, que una a una, le corroían con su insignificante molestica como ácido. Llegó hasta el borde, el borde del precipicio, unos cincuenta metros le levantaban sobre un mar encrespado. Profundo, de un azul casi negro, como el cielo, revuelto. Las olas chocaban unas con otras, la espuma recibia la cachetada, sus cabellos de agua no hacían más que salir despedidos de su carne. El viento, furioso, aremetiendo contra mar y cielo, revolviendo unos y otros, e hiriendo con sus cuchillos de obsidiana a Elgar.
Volteo, miró hacia un lado, hacia el otro. El negro le rodeaba, el vertigo le alcanzaba con velocidad, aún la tierra, antes indiferente a su presencia se ablandaba haciendole resbalar. Las gotas, una a una, le empañaron la visión, entumecieron su piel, taparon sus oídos. Pero cuando vió al borde del precipicio, sabía perfectamente donde estaba. Limpio, rápido, se sumergió en su caída vertical, si, el mar le haría lugar bajo sus olas, si su boca siempre esta abierta, siempre hospeda al viajero desorientado.
No.
Una bocanada de aire, una enorme bocanda de aire era lo primero que necesitaba, fue lo primero que Elgar dió. ¿cuanto tiempo he estado aquí? ya lo había olvidado, su reloj no marcaba la hora desde hacía tiempo. El mar ya no era negro, y el cielo azul mostraba su profundidad real, donde la vista más aguda se pierde antes de tocar, si quiera rozar su zafiro. Las aguas le sostenían, si, un Elgar demasíado pesado para el aire del precipicio, era ligero en las aguas de un mar tranquilo.
El sol, igualmente redondo que la última vez que Elgar le vió, ahora lo miraba directamente, a los ojos. En la llanura azul no encontró Elgar un solo arbol bajo el cual refugiarse del sol fulgurante, se rindió, el sol le vería tanto como quisiese. La mano de las aguas azules le seguia levantando, en su rumbo propio, libre y a voluntad, llevó a Elgar a donde había de llegar.
Un nombre nuevo.
Durante un largo tiempo el sol le escudriño, y el agua le sustentó. El azul del cielo, jamás le logró tocar. Cuando sintió la arena bajo su espalda, y como el agua se alejaba a la playa, tuvo que aprender de nuevo a caminar, a esforzarse en ponerse en pie.
Una mata de palmeras, una arena suave, una brisa ligera... pero su corazón seguía llorando. Las tardes se sentaba a contemplar el mar que le trajo a aquel lugar desconocido, por las noches contemplaba el intrincado diseño de las estrellas que le guiaron a aquel lugar. Se preguntó si desde el barranco le verían, a lo lejos. Aprendió a vivir en la playa, llorando en su interios por su caida, mirando el mar y las estrellas. El día llegará en que el corazón de Elgar deje de llorar, y donde este en paz. Ese día, la tierra adentro, inexplorada, le llamará, y Elgar encontrará una nueva tierra, y un nuevo nombre. Ese día, no se le verá más desde el barranco junto al mar, ni desde la playa, ni tampoco Elgar les mirará más.
Espero este escrito, que incorporaré a mi novela, le haya gustado a los lectores. El lector atento y audaz, mirará profundo en cualquier escrito, pero la unica historia que nos cuentan es la propia, y la única que podemos contar, es la que es nuestra. Robustita, creo que cuando uno escribe, puede mostrar cosas que a uno no le gustan, pero puede tambien encontrar joyas que no conocía, aqui te presento el antídoto de todo lo que me aqueja, lo que me saca adelante, escondido, en el mejor escondite, a plena vista. Antidoto es este para mi más reciente veneno... Wish makers... a veces siento que no debí darle existencia, quizá no todas las historias deban ser contadas, quiza haya cosas que uno no debe compartir... La historia no he terminado de escribir, pero me siento impelido a hacerlo, mucho me temo que pudiera hacer más daño que provecho.
Comienzo examenes pasado mañana, que pesado, así que tardaré un buen rato en volver a escribir.