Lean esta pequeña historia que escribí ayer. Jaja, rían con los Tamau...
Los Tamau
Nadie recordaba hacía cuanto tiempo habían sido erigidas las estelas; Ellas mismas eran más legendarias que sus creadores. Las habían erigido sobre una pequeña colina, al norte de la ciudad. Los niños, jóvenes y adultos se juntaban a menudo para escuchar las numerosas leyendas que habían crecido sobre las estelas. De cuando en cuando algún anciano, de los más viejos, se sentaba en una silla fuera de su casa. Entonces, todos los niños se arremolinaban junto a él, y esperaban a que iniciara su relato…
… Hace mucho tiempo, cuando la ciudad estaba recién fundada, y nuestros primeros padres eran jóvenes, los Tamau, los tres sabios, se sentaron sobre una pequeña colina. Durante días y días hablaron entre sí, en su lengua, que solo ellos entienden; Hasta que un día se levantaron. Cada uno, con sus propias artes, erigió su propia estela, en la lengua de los Tamau, que solo ellos entienden. Cuando hubieron terminado, y se dieron por satisfechos, fueron a la ciudad, y anunciaron: -Quien sea capaz de leer estas estelas, poseerá los conocimientos de la eternidad, el poder, y la materia.- La gente de la ciudad, toda, desde la más joven, a la más anciana, se junto para leer las estelas. Un mes estuvieron todos, tratando y tratando de entender, pero nadie sabía la lengua de los Tamau. A Daman, el jefe de la ciudad, ordenó apresar a los Tamau, y llevarlos frente al pueblo. Una vez frente al pueblo, exclamó: -Dígannos lo que dicen las estelas- Los Tamau, con una leve sonrisa contestaron inflexibles: -Aerthes Asfaloth Nirmun- y se negaron a pronunciar palabra de ahí en más. El jefe, enojado con los Tamau, los mando matar. Desde entonces, ha sido la ocupación de la ciudad saber que dicen las estelas, para que los Tamau no se burlen de nosotros…
Así concluían siempre los ancianos, hasta que morían, para que otro, unos cuantos años más joven, pero igual de anciano, se sentara en una silla fuera de su casa…
Todos iban a las estelas, al principio con papel, tintero y pluma, luego con reglas; Así, cada año, diversos ciudadanos ambiciosos hacían fila día a día para tratar de descifrar las estelas. Cada año, los cachivaches que llevaban eran más extravagantes, más elaborados, y los intentos para descifrar aquel lenguaje, no dejaban de ser más y más intrincados.
Algunos inventaron la suma y la multiplicación para tratar de entender las estelas, otros, la geometría, y así sucesivamente. Cada cual iba de cuando en cuando a mirar las estelas, y si era suficientemente listo, inventaba una nueva ciencia, o escribía un nuevo libro.
Así a través de los siglos y las centurias, la gente se fue haciendo más y más sabia, e instruían a los niños en todas las ciencias y artes, con el afán de que alguno descifrara las estelas.
Los Tamau todavía ríen de su obra, porque lo que ellos escribieron en las estelas, no lo sabían. En lo que ellos creyeron simples garabatos sin sentido en piedra, ahora reside el secreto verdadero de la eternidad, el poder y la materia.
… Hace mucho tiempo, cuando la ciudad estaba recién fundada, y nuestros primeros padres eran jóvenes, los Tamau, los tres sabios, se sentaron sobre una pequeña colina. Durante días y días hablaron entre sí, en su lengua, que solo ellos entienden; Hasta que un día se levantaron. Cada uno, con sus propias artes, erigió su propia estela, en la lengua de los Tamau, que solo ellos entienden. Cuando hubieron terminado, y se dieron por satisfechos, fueron a la ciudad, y anunciaron: -Quien sea capaz de leer estas estelas, poseerá los conocimientos de la eternidad, el poder, y la materia.- La gente de la ciudad, toda, desde la más joven, a la más anciana, se junto para leer las estelas. Un mes estuvieron todos, tratando y tratando de entender, pero nadie sabía la lengua de los Tamau. A Daman, el jefe de la ciudad, ordenó apresar a los Tamau, y llevarlos frente al pueblo. Una vez frente al pueblo, exclamó: -Dígannos lo que dicen las estelas- Los Tamau, con una leve sonrisa contestaron inflexibles: -Aerthes Asfaloth Nirmun- y se negaron a pronunciar palabra de ahí en más. El jefe, enojado con los Tamau, los mando matar. Desde entonces, ha sido la ocupación de la ciudad saber que dicen las estelas, para que los Tamau no se burlen de nosotros…
Así concluían siempre los ancianos, hasta que morían, para que otro, unos cuantos años más joven, pero igual de anciano, se sentara en una silla fuera de su casa…
Todos iban a las estelas, al principio con papel, tintero y pluma, luego con reglas; Así, cada año, diversos ciudadanos ambiciosos hacían fila día a día para tratar de descifrar las estelas. Cada año, los cachivaches que llevaban eran más extravagantes, más elaborados, y los intentos para descifrar aquel lenguaje, no dejaban de ser más y más intrincados.
Algunos inventaron la suma y la multiplicación para tratar de entender las estelas, otros, la geometría, y así sucesivamente. Cada cual iba de cuando en cuando a mirar las estelas, y si era suficientemente listo, inventaba una nueva ciencia, o escribía un nuevo libro.
Así a través de los siglos y las centurias, la gente se fue haciendo más y más sabia, e instruían a los niños en todas las ciencias y artes, con el afán de que alguno descifrara las estelas.
Los Tamau todavía ríen de su obra, porque lo que ellos escribieron en las estelas, no lo sabían. En lo que ellos creyeron simples garabatos sin sentido en piedra, ahora reside el secreto verdadero de la eternidad, el poder y la materia.
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on jueves, 5 de junio de 2008
at jueves, junio 05, 2008
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Mis Escritos
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